Inteligencia Emocional: Herramienta Organizacional Clave
“No hay emociones buenas o emociones malas, sentimientos positivos o sentimientos negativos, simplemente son. De entre todo el crisol emocional que dispone el ser humano, todas ellas son necesarias y cumplen una finalidad. La piedra angular del bienestar reside en sentir la emoción adecuada en el momento adecuado y saber regularla para usarla en nuestro beneficio; es aquí donde la Inteligencia Emocional entra en juego y se pone al servicio de la persona y de la organización”
- Ignacio Lange
El concepto de “Inteligencia Emocional” comienza a tomar fuerza a mediados de los años noventa con Daniel Goleman, a partir de la publicación de un libro que contiene el mismo título, aportando una visión de la inteligencia completamente nueva. Las emociones comienzan a ser consideradas determinantes tanto en la evolución como en el desarrollo completo de la persona, en su capacidad de enfrentamiento y adaptación a la vida diaria de forma satisfactoria, en su capacidad para establecer recursos y habilidades beneficiosas en las relaciones con su entorno.
La comprobación de que en el cerebro existen ciertas zonas encargadas de procesar las emociones se convierte en uno de los principales pilares de la inteligencia emocional. Actualmente sabemos que aunque las emociones puedan tener un origen primitivo y, aparentemente, un funcionamiento irracional por ser una respuesta impulsiva y automática, sí podemos considerarlas como inteligentes y por tanto entrenables, controlables y modificables al igual que el resto de habilidades humanas.
La inteligencia emocional es por tanto, la capacidad que todos tenemos o podemos desarrollar para manejar de forma eficaz las emociones y generar, a partir de ellas, motivaciones beneficiosas para la persona o la organización.
Hay muchas aplicaciones de la inteligencia emocional en la vida cotidiana de las personas, indudablemente su entrenamiento puede resultar muy beneficioso en multitud de situaciones que nos pueden permitir adaptarnos mucho mejor a todo tipo de problemas a los que continuamente tenemos que enfrentarnos, previniendo en lo posible los efectos perjudiciales de las emociones “negativas” y adoptando una actitud positiva ante la vida. De esta forma podremos afrontar mucho mejor los retos y objetivos que podamos imponernos, además de potenciar el bienestar personal y social. Obviamente la Inteligencia Emocional no va a resolver nuestros problemas como si de una varita mágica se tratara, pero sí nos va a ayudar a manejarnos mejor.
La Inteligencia Emocional no va a evitar que discutamos con nuestros compañeros o con nuestras amistades, o que nuestros hijos hagan todo aquello que les pidamos y queramos, pero indudablemente “SÍ” nos va a ayudar a disminuir el desgaste psicológico y nos va a permitir afrontar mejor las dificultades que nos puedan surgir en nuestra vida.